No nos conocemos,
pero te he enamorado tantas veces
en mis sueños;
he visto tantas veces a tus ojos revolotear
alrededor de mi corazón,
que suspendido en el alambre,
va desgarrándose a cada paso;
te he visto tantas veces curarlo con un suspiro,
vendarlo con una de esas sonrisas pícaras,
que no es más que la efervescencia del
candor
de una niña atrevida;
he seguido tantas veces, como un animal,
el vaivén de tus cabellos
perfumando los caminos,
obnubilado por las formas y estelas,
que como una experta alfarera
imprimes en los vientos.
No. No nos conocemos,
pero he tenido perdidas tus manos
por los entresijos de mi piel,
buscando intrusas,
las cicatrices de guerras añejas,
curadas en sal y miel;
y tantas otras veces de tu boca
he robado
el oxígeno que ha de prender
las cenizas de mis venas;
y tantas más he leído con mis labios
tu cuerpo en braille,
descifrando
en un lugar oculto
entre tu corazón
y tu sexo
el mensaje perfecto
para abrir la cueva de las maravillas.
No nos conocemos,
pero sé que me esperas
como yo te espero,
tejiendo para alejar a los pretendientes,
corriendo por los prados y ríos
para luego descansar
a la sombra de los laureles.
domingo, 25 de noviembre de 2018
miércoles, 14 de noviembre de 2018
Papel en blanco
Me encuentro ensimismado,
absorto, con las luces apagadas y el teléfono en la mano. Sentado en el sofá
con un trozo de papel en blanco. Intentando encontrar una explicación plausible
a por qué, aún después de dos horas, no te llamo. Dudo de todo, hasta de si es
necesario acabar con una despedida algo que ni tan siquiera ha empezado.
Entonces se ilumina el aparato, es una notificación de un comentario a un
estado. Un aplauso. Y entonces un silencio refrenda mi situación y escribo en
el papel: «Adiós a los sueños, que se alejan del teatro».
lunes, 12 de noviembre de 2018
Sangre y arena.
No nació para la victoria, pero está a punto de paladearla por vez primera. Antes sólo era un esclavo más, un parásito, un animal carroñero que sobrevivía alimentándose de la sangre de otros como él. Sin embargo, hoy derramó la última gota. Y con ella escribiría las páginas más gloriosas de su historia. Ya sólo queda esperar una muerte: esa es la libertad que se gana en la arena...
La nonna
<<Sono un nonna povere>> reza el cartel tras el que se parapeta una mujer de avanzada edad, con la piel curada al sol y harapos deshilachados. Y así pasa las horas, de rodillas, con las campanas de San Pietro dei Vaticano de fondo, rezándole a cada transeúnte por una moneda. Malos tiempos para la caridad. Y mucha competencia: una señora se pasea con desenfrenada algarabía, agitando un cuenco de metal; un vagabundo de pies descalzos y malos modos, grita con saña "Buon Giorno" a todo aquel que pasa a su lado; unos carteristas esperan agazapados el descuido de algún turista; la muchedumbre de guías invitan a evitar colas a un módico precio. Y pasamos todos de largo. Pasamos sin cruzarnos las miradas. Pasamos sin pensarnos en los otros. Pasamos. Pero ahí sigue ella: no grita, no roba, no ruega, sólo espera. Espera aunque llueva. Nada tiene mejor que hacer, y espera...a que caiga la moneda.
Aunque no sea conmigo (balada baladí)
Nada espero de ti,
nada discrepo:
ni la fuga a hurtadillas,
ni tu silencio.
Nada espero de ti,
nada aderezo:
ni fue más que una osadía,
ni una insolencia menos.
Nada espero de ti,
nada muestro:
ni un ápice de nostalgia,
ni un cómico aspaviento.
Nada espero de ti,
nada pretendo:
ni cambiar el devenir de tu vida,
ni pasearme entre tus sueños.
Nada espero de ti,
nada amedrento:
ni las lejanas sonrisas,
ni las cenizas esparcidas al viento.
Nada espero de ti,
nada quiero:
ni una triste despedida,
ni un acalorado beso.
Nada espero de ti,
nada anhelo:
salvo que seas risueña y feliz;
salvo que te expandas
más allá
de los lindes del tiempo.
nada discrepo:
ni la fuga a hurtadillas,
ni tu silencio.
Nada espero de ti,
nada aderezo:
ni fue más que una osadía,
ni una insolencia menos.
Nada espero de ti,
nada muestro:
ni un ápice de nostalgia,
ni un cómico aspaviento.
Nada espero de ti,
nada pretendo:
ni cambiar el devenir de tu vida,
ni pasearme entre tus sueños.
Nada espero de ti,
nada amedrento:
ni las lejanas sonrisas,
ni las cenizas esparcidas al viento.
Nada espero de ti,
nada quiero:
ni una triste despedida,
ni un acalorado beso.
Nada espero de ti,
nada anhelo:
salvo que seas risueña y feliz;
salvo que te expandas
más allá
de los lindes del tiempo.
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