lunes, 19 de febrero de 2018
Memorial de ausencias
Recuerdo bien aquella época en la que el tiempo se medía en pedazos de deseos y de sueños. Cuando, para lo bueno y para lo malo, me enseñaste que la felicidad, como el buen vino, hay que escupirla, después de paladearla, para recordar su esencia sin restos de pretéritas memorias. Y ahora que las manecillas del reloj corren más rápido que mi ánimo, todo me sabe a barrica de roble añejo de miradas perdidas, a frutos del bosque madurados en risas lejanas, a vainilla de ausencias. Sorprendente, ¿no?
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