Es tan fresca y vibrante la sensación del rocío cubriendo mi manillar. Los pájaros y periquitos del parque no paran de cantar. Curiosa batalla; no llevará a ningún sitio, pero aún así es la rutina de cada amanecer. Espero que pronto brille fuerte el sol y seque el sillín, nunca se sabe cuando volverá el pequeño Tim.
Ya pasó la mañana y sólo gente paseando, alguna anciana alimentando a las dichosas palomas. Esos pequeños monstruos voladores que día sí, día también acaban posándose sobre mí para dejar sus excrementos como esos falsos grafiteros que sólo dibujan un mal garabato o algo obsceno y ofensivo en cualquier lugar.
Otra tarde más se acaba y no hay rastro de Tim. Tocará pasar otra noche a la intemperie, a la merced de cualquier vándalo que se lleve una pieza más para malvender, como mis añorados pedales con reflectante. Empieza a hacer frío y los árboles pierden sus hojas; creo que debemos estar en otoño. El parque se ha vaciado tan pronto...
Por fin despunta el sol, las sombras juegan al escondite con los árboles y bancos. Lástima que mi sillín no pueda verlo, le hacía mucha gracia este momento del día. Le deseo lo mejor en su nueva vida. Aquí cada vez quedamos menos piezas y ¡el maldito Tim sin aparecer!
Me gusta cómo plasmas el concepto del paso del tiempo usando la meteorología y el desguace del triciclo :)
ResponderEliminar¡Gran relato!
Un abrazo.
Muchas gracias Adella, por tu feedback y por pasarte por estos lares blogueros.
EliminarUn abrazo!