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miércoles, 27 de mayo de 2020

La gruta

Cuando Mauro se adentró en la gruta, se limitó a seguir el sonido de un pequeño riachuelo que iba a desembocar en un pozo. El interior era oscuro, algo estrecho, pero transitable. Debido a la humedad y la corriente de aire, hasta cinco intentos necesitó para encender la antorcha que improvisó, gracias a la cual pudo ver unos dibujos en el relieve de las paredes y unos símbolos, semejantes a algún tipo de sistema de escritura. Tras días de estudios, averiguó que se trataba de un idioma protoibérico, y acabó acotando hasta estar seguro de que se trataba de tartésico. Pasó semanas elocubrando, trazando posibles vínculos entre los dibujos y los símbolos gráficos; gestó teorías varias, pero todas acababan en un callejón sin salida. Tuvo que aceptar que el lenguaje se escapaba a sus conocimientos, que todo el conjunto era indescifrable, pero a dónde llevaría ese pozo...

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