En esa difusa parcela entre la realidad y el sueño, giró sobre sí mismo. Todo indicaba que hoy tampoco iba a poder dormir. Entonces, notó unos dedos que se entrelazaban en su cabello y un agradable susurro indescifrable, como el canto de una sirena. Volvió a girar y miró la foto de su mesita de noche. Algo en su interior le pedía que no saltara al vacío, pero comprendió que ya era tarde.
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